LUZ
DE GAS
Dirigida
por Darío Facal (España)
Con
motivo de la celebración de sus 80 años, el Británico
presenta la obra Luz de gas del
novelista y dramaturgo británico Patrick Hamilton.
Un
thriller inquietante y lleno de suspenso protagonizado por Javier Valdés y
Lucía Caravedo quienes son acompañados en escena por Delfina Paredes, Alfonso
Santistevan, Stephanie Orúe y Eduardo Camino.
Estreno: sábado 18 de marzo
Temporada: De jueves a lunes a las 8:00 p.m.
Lugar: Teatro
Británico (Jr. Bellavista 527, Miraflores)
ENTRADAS:
General: S/60 - Jubilados: S/40 - Estudiantes: S/30
Lunes popular: General: S/45 - Jubilados: S/25 - Estudiantes: S/20
Venta de entradas en Teleticket y en la
boletería del teatro.
Informes: 615-3610, de lunes a domingo de 2:00
p.m. a 9:00 p.m.
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SINÓPSIS
DE LA OBRA
Thriller psicológico
y de misterio que narra la historia de una pareja que se muda a una antigua casa
en donde, al poco tiempo de haberse instalado, la mujer comienza a escuchar
ruidos extraños, continuamente desaparecen objetos sin explicación aparente,
escucha pasos en su buhardilla. Todas estas situaciones la aterrorizan, y la
presión de su esposo, que le exige que se comporte de forma racional, terminan
por trastornarla y hacerle creer que se está volviendo loca.
TEXTO DEL DIRECTOR, Darío Facal
Hay
muchos motivos por los que dirigir Luz de
gas significa mucho para mí: primero porque de nuevo tengo ocasión de estar
en Perú compartiendo un proceso creativo y enriqueciéndome con el talento y las
perspectivas de los artistas que me han querido acompañar en el camino de
llevar a escena esta obra injustamente postergada al olvido.
Estoy
hablando del equipo artístico y de producción que ha creado la escenografía,
video, luces, música del espectáculo y, ante todo, de los maravillosos actores con
los que he tenido la enorme suerte de trabajar estas semanas y que cada noche
abrirán su corazón ante ustedes para intentar hacer justicia y rendir respeto
al dolor que sufren, no sólo muchas mujeres, sino muchas personas que son
víctimasdiarias de maltratos.
El texto
de Hamilton consigue denunciar el maltrato mientras desarrolla una trama
apasionante que avanza apoyada en todos los artificios del género negro. No
siempre resulta sencillo reconciliar el placer y el entretenimiento con la
magnitud, el respeto y la seriedad que merece el tema de una obra como esta. Y
ese ha sido el gran reto de esta puesta en escena, que el montaje fuese
emocionante sin insultar el dolor ajeno con estereotipos y recursos fáciles que
buscan falsificar la emoción del público.
Conseguir
que funcione el mecanismo de la trama y ser al mismo tiempo denuncia de la
violencia de género, hacerlo seduciendo con una historia de suspense sin
renunciar a mostrar la sordidez de la violencia, sin caer en discursos morales
y melodramas llenos de buenas intenciones, es el desafío artístico que hemos
intentado asumir y que los actores darán vida cada noche sobre el escenario del
Teatro Británico. Lo hemos intentado hacer con la máxima sensibilidad, dando
magnitud a un tema tan crucial, pertinente e importante.
Desde
que vi la película de Cukor, han pasado muchos años y desde entonces llevo
esperando el momento de montar Luz de Gas.
La primera vez que vi la película me sorprendió la enorme belleza con que se
describe una forma tan inaprensible y sofisticada de violencia como es el
maltrato psicológico. Comencé a investigar sobre Hamilton y encontré una
película anterior, una versión inglesa dirigida por ThoroldDickinson, así como
el texto teatral de Hamilton sobre el que hemos trabajado para esta versión.
Escribir
sobre aquello que es fácil señalar con el dedo resulta mucho más sencillo que
estructurar un relato que pueda dar cuenta de las violencias invisibles que
perpetuamos y aceptamos porque resultan difíciles de objetivar. Por eso creo
que la sensibilidad y el talento de Hamilton para escribir sobre un tema tan inaprensible
hace muy injusto el olvido al que se ha relegado este texto y, en definitiva a
su autor, novelista importante en su época y autor de otro enorme clásico como
es La Sogallevada al cine por
Hitchcock.
Con esta
puesta en escena hemos pretendido crear un diálogo en múltiples direcciones:
por un lado permitir que la trama se pueda desarrollar tal y como fue concebida
en el salón de la casa, al mismo tiempo queríamos escapar de las puestas en
escena más convencionales que renuncian a la belleza plástica para limitarse a
ser un ejercicio de decoración de interiores arqueológica, en este caso
victoriana, por ello optamos por una espacio más esquemático y metafórico
que concretase la subjetividad del
personaje central y nos permitiera mostrar el piso superior en el que se
acumulan los miedos y fantasmas de la protagonista. Al mismo tiempo me
resultaba imposible eludir la intertextualidad que un texto como este establece
con la tradición cinematográfica de la que es deudora y añadir así otro nivel
de lectura y complejidad al montaje.
Ahora
bien, independientemente de cualquier cuestión conceptual, son los maravillosos
actores que han creado estos personajes, los que con su sensibilidad llenan de
vida cada noche este escenario y hacen que esta obra consiga la verdad y la
poesía que, tal vez, nos ayude poco a poco a construir un mundo más justo y nos
haga más capaces de comprender el dolor de los demás.
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